Millennials & Tecnología

La mujer biónica en la Web 3.0

Elizabeth Ortiz

Cuando era niña soñaba con ser como la protagonista de La mujer biónica. Sé que los millenials no saben de quién hablo, así que aquí cuento un poco de ella: Jamie Sommers era una jugadora profesional de tenis, que sufrió un grave accidente mientras practicaba paracaidismo y fue sometida a una cirugía de reconstrucción cibernética, por lo que le implantaron miembros artificiales en el oído, el brazo y las piernas. Yo soñaba con ser como este personaje para poner en su lugar a los villanos y, ¿por qué no?, a todo aquel que me molestara. Hoy me parece asombroso que alguien haya imaginado a esta heroína en la década de los 70, pues se trata de la primera mujer cibernética de la que tengo memoria, un concepto que en aquella época solo era ciencia ficción. Cuando fantaseaba, me visualizaba con sus habilidades físicas, pero jamás con los dispositivos que utilizamos en la actualidad.

Yo utilicé por primera vez el internet durante la época de la Web 1.0, conocida también como la Static Web, que fue la primera versión de la World Wide Web y consistía en una red proveedora de información estática, que permitía a los usuarios conectarse a ella, aunque con una interacción mínima. Más tarde llegó la Web 2.0, conocida también como la Social Web, que ha sido impulsada gracias a la convergencia de muchísimos factores, como la rápida evolución del servicio de internet (mayor ancho de banda y menor costo), el desarrollo de los dispositivos inteligentes y el auge de los medios sociales.

Ahora, el uso de plataformas interactivas permite que las personas comunes y corrientes podamos comunicarnos, compartir ideas, fotos o videos e incluso hacer negocios en línea. Hasta aquí, todo parece maravilloso, pero ¿qué pasa cuando alguna plataforma como WhatsApp, Facebook o Google se cae y no podemos establecer ningún tipo de contacto? Este tipo de situaciones son ocasionadas porque la Web 2.0 está diseñada sobre una arquitectura centralizada que, aunque facilita mucho la gestión de las cosas, nos obliga a conectarnos con los servidores de una compañía para comunicarnos con otros usuarios de la misma red, lo que permite a quienes controlan las plataformas apropiarse de nuestros datos, censurar publicaciones y manipular a las masas.

De la necesidad de descentralizar el internet, surge la Web 3.0. Esta se encuentra estrechamente ligada con el concepto de web semántica y, aunque aún se encuentra en desarrollo, cambiará todo lo conocido, desde cómo se publican los sitios web hasta cómo se interactúa con ellos. En esta nueva era, los protagonistas serán los tókenes, unidades digitales de intercambio que se almacenan en una blockchain. Aunque las cadenas de bloques han tenido un explosivo éxito en los mercados de criptodivisas, pues todo el mundo quiere hacerse millonario, su uso va más allá. Por ejemplo, las cadenas de bloques pueden emplearse en contratos inteligentes, como un seguro de viaje, para almacenar piezas de código que se ejecuten al suscitarse (detectarse) una serie de condiciones, como la cancelación de un vuelo, de manera que los acuerdos se cumplan sin la intervención de intermediarios, como la indemnización automática a través de una transferencia inmediata a la billetera digital del viajero.

Aunque la Web 3.0 está lidiando aún con muchas dificultades, no habíamos experimentado un desarrollo tecnológico tan acelerado como el de los dos últimos años, así que cualquier cosa puede suceder. La posibilidad de aumentar nuestras capacidades humanas hasta el punto en que dejen de ser naturales y nos convirtamos cada vez más en seres artificiales ya no es ciencia ficción. Nos vamos a enfrentar a retos ambiciosos que requieren de soluciones innovadoras. Por eso, es momento de familiarizarnos con el lenguaje digital y desarrollar un aprendizaje exponencial, para que tengamos la capacidad de tomar decisiones inteligentes y comprender nuestro mundo cambiante. Solo así, cuando alguien nos hable de “mineros” en un sistema de cadenas de bloques (blockchain), dejaremos de imaginarnos a los siete enanos de Blanca Nieves.

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