Lyndsay Garnica
Wilma fue el primer huracán que atendí,aunque debo aclarar que solo como voluntaria ajena al mundo de los seguros. Aquel ciclón tropical de categoría cinco, cuyos vientos superaban la velocidad de 240 km por hora, tocó las tierrasde Quintana Roo en 2005 y esconsiderado hasta la fecha uno de los más destructivos en la historia de México.
En esa época yo era apenas una estudiante de los primeros semestres de Derecho, así que mi entendimiento del seguro no pasaba de elementos muy superficiales de mis pólizas de gastos médicos y de auto, las cualeshabían sido contratadaspor mis padres.Para mí, todo lo demás era inexistente.Yo ni sabía de ajustadores o agentesni me planteaba la existencia del seguro de daños ni mucho menos imaginaba una coberturadehuracanes y eventos catastróficos. Jamás pensé que ese voluntariado marcaría toda mi vida y me daría la lección más importante sobre continuidad de negocios y transferencia de riesgos.
La labor de los voluntarios se dividía en diferentes actividades que alternábamos durante el día: descargar los aviones Hércules que llegaban con apoyo comunitario, organizar productos, armar despensas, valuar daños, repartir víveres y detectar necesidades específicas de la población más vulnerable. Este último rubro implicaba principalmente tanto la entrega de láminas y medicamentos comola canalización de atención médica o apoyos económicos.
Durantelos rondines, nuestras brigadas de dos o tres estudiantes con muy poco entendimiento del mundo, pero muchos deseos de apoyar, ibande una a otra puerta y observaban a simple vista los impactos de los vientos, el lodo y el agua.En cada hogar, recibíamos una respuesta muy similar a“mejor ayuden a rehabilitar o limpiar la zona hotelera” o “yo estaré bien si el lugar donde trabajo reinicia operaciones”.Solo en un par de las al menos 100 casas que visitamos nos pidieron apoyo con medicamentos y ayuda para un vecino que se había roto la espalda durante el evento.La mayoría de las personas no estaba interesada en unaasistenciaefímera que duraría una semana, sino esperaba que su fuente de trabajo se reestableciera para recuperar su forma de vida a largo plazo. Esa comunidad necesitaba la continuidad del negocio que generaba sus ingresos.
Aunque perdí la cuenta de cuántos reclamos por huracán he atendido, el factor común entre los asegurados suele ser el mismo: el deseo de quela operación regrese lo más rápido posible al estado en el que se encontraba antes del evento dañoso.Por esto, podríamos establecer que, para todos los negociosexpuestos al riesgo de un huracán o al menos para la mayoría de ellos, lacobertura de pérdidasconsecuenciales debería ser una de las prioridades al suscribir una póliza. Esta protección ayudaría al empresario a recuperarse con mayor rapidez, ya que le proporcionaría el flujo de efectivo suficiente y pronto para enfrentar los daños y ejecutar el plan de continuidad de negocio.
Hablar deseguroshidrometeorológicos y catastróficos no debería ser tan difícil en México, donde las condiciones exigen una mayor suscripción capacitada de estas protecciones.Sin embargo, parte toral del problema es la diversidad de clausulados en el mercado, pueshay diferencias sustanciales en las definiciones de los fenómenos hidrometeorológicos, que generan una especie de terror entre los agentes y reducen el interés de estos enla suscripción de lascoberturas correspondientes.En algunos siniestros de daños, la terminología es indiferente; en otros, un clausulado o una definición puede cambiar todo el ajuste y, por ende, el desenlace de la indemnización.
Si bien contamos con la Circular S-10.1.11, que habla sobre el seguro de huracán u otros riesgos hidrometeorológicos, las definiciones no necesariamente están actualizadas y, además, son solo supletorias de la interpretación de la póliza. Así que, por ejemplo, para “marejada ciclónica” encontramos casitantas definiciones como aseguradoras en nuestro país, sin contar las aportadas por la Conagua, el Cenapred, el Sinaprocy la Dirección de Meteorología de la Secretaría de Marina.
No es una sorpresa que la industria de seguros se esté reestructurando porque, entre otras cosas, los fenómenos hidrometeorológicos son cada vez más recurrentes y costosos.Como parte de esta reestructuración,se busca mejorar las redacciones de las pólizas e incluso, a largo plazo, unificar criterios en el sector, puestener claridad sobre qué se está asegurando ayudará a nuestra industria a dar un mejor servicio y aumentar su buena reputación entre los asegurados reales y potenciales.
