Ajustes, Daños e Indemnizaciones

Los motores de un avión llamado Seguros

Carlos Zamudio Sosa / México Claims and Risk Management, S.C. / carlos.zamudiososa@revistasiniestro

¿Conoces un niño que no sienta curiosidad por cómo vuelan los aviones? Desde chicos aprendimos a elaborar avioncitos de papel para jugar con ellos y observamos que estos necesitaban fuerza para volar. ¿Quién no modificó las alas o la punta para descubrir el modelo más eficiente? Con el tiempo entendimos que requerían cualidades específicas para garantizar el empuje y, con ello, la sustentación. De la misma forma que los aviones, todo sistema, como el conformado por el Estado o por el sector asegurador, requiere motores que le brinden impulso y continuidad.

Por un lado, el Estado no podría sustentarse sin garantías para la inversión privada, un sistema comercial con reglas claras, un mercado y un ejercicio de gasto público que genere infraestructuras y servicios alrededor de los otros tres impulsores; por el otro, el seguro privado no es muy diferente, ya que no depende solo del consumidor que necesita transferir sus riesgos individuales y obtener así protección. Aunque un avión fuese diseñado para mantenerse en el aire con un solo motor, una sola fuente de impulso comprometería demasiado su estabilidad, porque lo idóneo es la simetría, es decir, una contraparte que lo equilibre en el empuje y no sea, por tanto, un peso muerto.

En el seguro, el extremo opuesto y, por ende, el otro motor es la oferta. Mientras más diversidad de opciones o más competencia exista, el precio para el consumidor será más justo; sin embargo, hay una resistencia a la sustentación en el vuelo del sector, generada por la confusión producida en los asegurados por la enorme variación entre las ofertas. Incluso para los expertos resulta complejo coincidir en el alcance de las obligaciones y los derechos de cada parte, pues cada institución financiera, en su esfuerzo por mostrar alta potencia, diseña varias soluciones para el mismo riesgo.

De cualquier forma, hasta aquí hemos identificado dos motores del seguro: consumidores y aseguradoras. Sin embargo, también se requiere de continua innovación y mejora para no colapsar, pues de lo contrario la base de consumidores no se ampliará, los contratos seguirán siendo demasiado complejos y nuestro avión se irá bamboleando todo el trayecto por la falta de un empuje simétrico, es decir, por la ralentización ocasional de un motor mientras el otro acelera. Ejemplo de esto último es que al inicio de la pandemia la compra‑venta de seguros de gastos médicos fue un motor a toda potencia, pero ahora se ha ralentizado de la misma forma que el seguro de daños en temporada ciclónica, ya que una vez iniciada esta resulta complicado o incluso antieconómico conseguir cobertura contra fenómenos meteorológicos, aunque se requiera.

Así como algunas aeronaves tienen un tercer motor, colocado en el centro del fuselaje, la industria del seguro tiene un mecanismo estabilizador que gobierna y mantiene más o menos equilibrada la relación entre la oferta y la demanda. Sin embargo, quizás este sistema regulador se deba perfeccionar para que el sector sea más eficiente, los contratos se simplifiquen, la demanda de seguros aumente y nuestro avión alcance nuevas alturas. Tal vez necesitamos que los motores vuelvan a lo básico para llegar mucho más lejos.

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