Daño sin daño
Hace unas semanas se divulgó la noticia lamentable de un niño que perdió la vida, ahogado en la alberca de un colegio de la CDMX. Las autoridades investigan esta situación como un probable homicidio culposo, ya que al parecer la escuela no disponía de profesores adecuados, reglamentos y personal capacitado para impartir Natación y atender una emergencia.
Hace muchos años, se inició la instalación de las coberturas de accidentes personales escolares, lo cual fue recibido con alegría y mucho desconocimiento. Sin embargo, más allá de estos seguros se encuentra la buena o mala administración de riesgos de un colegio. Si tus hijos están en edad escolar o si ofreces las protecciones mencionadas, es esencial que analices qué tan buenas son las medidas de seguridad de las escuelas. Seguramente sabes que las albercas de los hoteles deben tener reglamentos, límites bien definidos, señalética para indicar la profundidad, prohibiciones y horarios de uso, pero te has preguntado qué controles deberían tener las albercas escolares.
Se dice que el colegio donde ocurrió la muerte recibía chicos de otros planteles, para que tomaran clases de natación. También se habla de que el niño y su grupo entero se encontraban sin supervisión. Además, se cuenta que una niña, compañera del pequeño que perdió la vida, lo encontró en el fondo de la alberca e intentó ayudarlo, pero no tuvo éxito, así que pidió ayuda. Finalmente, se declara que una maestra de Español rescató al niño y le aplicó los primeros auxilios. Este panorama demuestra una falta de administración de riesgos. Más allá de si el colegio dispone o no de una póliza que cubra los accidentes personales de los alumnos y los profesores, resulta evidente que no existen los controles de seguridad adecuados.
Como madre o padre de familia, ¿conoces con certeza los protocolos de administración de riesgos de la escuela de tus hijos? Como agente que intermedia coberturas de accidentes personales escolares, ¿vendes o asesoras? Una adecuada colocación de estas pólizas debería observar los procedimientos elementales de la operación interna del colegio.
Tras visitar algunas instituciones, he encontrado situaciones alarmantes, como acuarios o peceras que tienen dispositivos electrónicos encima o están al alcance de los niños, donde uno de ellos podría caer de cabeza; sustancias peligrosas en botellas que originalmente contenían refrescos o bebidas; jabón en botes de yogur o helado; escaleras sin señalética, y barrotes de seguridad muy separados, que permiten que el cuerpo de un pequeño pase entre ellos.
Para la familia del niño, quedará una huella horrible de por vida; para el colegio, una lección muy fuerte y graves consecuencias que deberá afrontar, como el pago de los daños con sus finanzas si no disponía de una póliza de seguros adecuada y como la crisis derivada de la pérdida de credibilidad, alumnos e ingresos.
Los agentes debemos recordar que no se trata de vender y ver quién gana la intensa guerra de precios, sino de asesorar de una manera valiosa e integral para incluso evitar esta clase de desgracias.
