Carlos Zamudio Sosa / México Claims and Risk Management, S.C. / carlos.zamudiososa@gmail.com
Recientemente he recibido mucho más de lo que esperaba del metabuscador que uso de manera cotidiana y descubrí que este se comporta cada vez más como una inteligencia artificial (IA) que está siendo entrenada en muchos aspectos, para clasificar, comparar, discriminar, editar y reunir información e imágenes. Ya no se trata solo de velocidad, sino de la capacidad tanto de manipular y usar los datos como de dirigirse al usuario, lo cual comprobé cuando una red social solicitó mi autorización para etiquetarme en una foto tomada por una persona ajena a mis contactos, donde efectivamente aparecía departiendo en un restaurante con un gran amigo.
El reconocimiento de imágenes ha avanzado bastante. Ahora los sistemas clasifican lugares con rasgos comunes entre sí y agrupan las fotografías por tema, fecha y características estéticas o técnicas, identificando arquitecturas donde hay profundidad y puntos de fuga. Hay muchos ejemplos de esto, pero movido por la curiosidad fui más allá y pedí a una IA especializada en crear imágenes que me dibujara a partir de una descripción textual un food truck de ramen; el resultado fue sorprendente.
Las IA colaboran con diversas áreas. En derecho, se les entrena para revisar antecedentes, obtener criterios e incluso redactar borradores de los escritos jurídicos bajo condiciones concretas. Llama poderosamente mi atención que los procesos de aprendizaje de estas IA ya no se limitan a elementos textuales o imágenes, pues ahora involucran hasta dilemas morales. Encontré que existe un banco de datos que aglutina 1.7 millones de conflictos éticos, los cuales son la base de algunas IA.
Si todavía te preguntas qué relación tiene todo esto con los seguros y las fianzas, recuerda que la IA ya está siendo dirigida y entrenada en nuestro sector, para que a corto plazo aprenda a comparar las condiciones generales de diversas aseguradoras y reconocer la conveniencia de seleccionar un producto de acuerdo con las ventajas cualitativas y no solo con el costo. Además, un proveedor de IA cercano a mí me contó de una que obtiene información de imágenes satelitales, compara el crecimiento de cultivos específicos, reporta de manera inmediata las desviaciones al usuario (aseguradoras y fondos de aseguramiento) y ordena inspecciones físicas. Estos son dos de los muchos ejemplos que están en desarrollo, pues los comparadores de precio son solo el primer paso hacia el nuevo mundo de los seguros.
A primera vista, parecería fútil destinar recursos técnicos y económicos al entrenamiento de una red lógica para que se comporte y responda conforme a las reglas de las redes neuronales, se adapte a las políticas de las diferentes instituciones y, por supuesto, termine siendo un factor clave en la toma de decisiones de compradores no entrenados en el seguro y la gestión de riesgos. Sin embargo, las posibilidades son infinitas. Por ahora, está garantizada por un lapso adicional la relación bilateral entre el usuario y el intermediario de seguros. No sé si el agente será sustituido en un mediano plazo o si este verá viable la renta o compra de herramientas de este tipo, pero ninguno de estos escenarios es imposible.
Mientras esa realidad que suena a distopía de ciencia ficción nos alcanza, el hombre común y el pequeño empresario todavía dependerán de la asesoría de un bróker para elegir los productos que requiere. Sin embargo, las IA seguramente irán asumiendo las funciones que hoy solo pueden ser ejecutadas por un intermediario entrenado en la materia, pues la revolución ya inició con la existencia de herramientas para comparar precios.

