Karla Velasco Arciniega, reportera Revista Siniestro.
El acto de amor más grande que uno puede dejarle a los hijos después de la muerte son los menores problemas posibles. A pesar, de que en México hablar del fallecimiento de alguien pueda resultar incómodo, es algo que se debe platicar para saber qué hacer, cómo y de qué manera proceder para cuando suceda ese triste día. Pero hay momentos, donde ésta es tan inesperada que lo único que puede ayudarnos es una protección previa, como un seguro de vida o de ahorros. Por ello, Sandra Estrada de Skylife Agente de Seguros nos platica del caso de dos hermanas que desafortunadamente perdieron a su padre aproximadamente hace 11 o 12 años atrás.
El padre de las niñas contaba con un seguro que ayudó a su familia. Una parte de la suma que recibieron se utilizó para que se les contratara una póliza educacional para cada niña. Quien hizo todo el trámite fue el tío y el contratante sería el abuelo de las pequeñas. Durante su vida, ellas no tenían conocimiento de que existía esta póliza, sin embargo, durante la pandemia el vencimiento de la póliza se acercaba por lo que se comenzaron los trámites para poder pedir la suma asegurada.
Cuando se quiere hacer la reclamación del seguro, porque ya se había llegado casi a la fecha meta de ahorro y protección, sucedieron varios contratiempos que hicieron que la reclamación de este tardara 14 meses. Uno de estos tantos problemas fueron que los trámites se iniciaron en tiempo de pandemia, por lo que todos estábamos confinados en nuestras casas y todos los trámites tenían que hacerse por vía internet, lo cual hacía que cualquier trámite se alentara.
Por otro lado, el agente de la familia había fallecido, dejando inconcluso el trámite; por lo que pasaron la póliza a otros expertos para que iniciaran la reclamación del seguro. El segundo problema fue que los nuevos agentes creyeron que el tío era el contratante, porque él y el abuelo de las niñas, en este caso su papá, compartían el nombre.
Al realizar el proceso de la reclamación a nombre del tío, la compañía rechaza el pago de la suma asegurada, pues el contratante era el abuelo, y quien desgraciadamente también había fallecido en tiempos de pandemia. Después como es debido, se procedió a notificar a la aseguradora para que se clarificara la sucesión legal y entonces se procediera con el pago.
Al final, gracias a la promotoría y Metlife se pudo realizar el reclamo de la póliza educacional, donde la suma asegurada era aproximadamente de un millón y medio, pero como estos ahorros no se tocaron durante 12 años, sumaron 3 millones para cada niña. Hoy por hoy, las chicas están muy contentas y agradecidas tanto con su tío y su abuelo fallecido, así como también con la aseguradora, pues obtuvieron un apoyo para su futuro que no imaginaban.
En su momento, su padre no sabía que su primer seguro les ayudaría a poder contratar otro para ellas, sin embargo, fue una inversión que resultó para bien, y se podría decir que fue un acto de amor que el papá tuvo hacía sus pequeñas. Claramente, al momento, por el duelo y el dolor que uno está viviendo por la pérdida no te deja ver esta ayuda, pero después de que pasa se agradece. Además, la cultura del seguro es algo que se hereda. Ya que el papá estaba asegurado, con esa suma el tío adquirió un seguro para las muchachas, y en esta tercera generación, una de ellas ha contratado un plan de ahorro para su bebé.
Por ello, se invita a los lectores a comenzar a adquirir la cultura del ahorro para su futuro, tal vez ese dinero que ahorremos no termine para nosotros, pero podría ayudar a nuestros seres queridos, que, si en su momento durante la pérdida no lo quieren, sabemos que, en un futuro, lo podrán necesitar. Así, después de la muerte, aún podemos apoyar a quienes amamos.
