Lyndsay Garnica / Mayday Consultoría Internacional / lgarnica@maydayintl.com
El 5 de noviembre de 2019, la revista BioScience declaró, en un artículo firmado por 11 mil científicos de todo el mundo, que nos encontramos ante una emergencia climática catastrófica, la cual va más allá del aumento de la temperatura y producirá un incalculable sufrimiento, y destacó la obligación moral de decir las cosas como son. Unas semanas después, el 28 de noviembre, la revista Nature se unió a la causa, añadiendo que más de la mitad de los puntos críticos identificados hace más de una década por el IPCC se encuentran activos y han avanzado más de lo que se predijo, lo cual amenaza la existencia de la civilización y requiere una atención inmediata.
No hay duda de que el cambio climático, cuyo impacto se hace cada vez más evidente, es uno de los desafíos más apremiantes de nuestro tiempo para la sociedad y las industrias, incluyendo por supuesto a la aseguradora. Un reciente estudio a nivel internacional ha señalado que solo el 8% del sector asegurador global tiene la capacidad de afrontar de manera fehaciente y económica los retos del cambio climático. Recordemos que la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos, como los huracanes, las inundaciones y las sequías, están aumentando y planteando nuevos desafíos para nuestra industria.
Las proyecciones de la ONU muestran que quienes nacieron entre el 2000 y 2020 vivirán cinco veces más fenómenos extremos que las personas nacidas antes, lo cual provocará recuperaciones más prolongadas y costosas, así como el incremento de desplazados climáticos. La vulnerabilidad de las comunidades y las economías ante eventos climáticos extremos ha crecido. De aquí que los desastres naturales causados por el clima representan una gran cantidad de reclamaciones de seguros, que son cada vez más costosas, y están tanto generando una mayor incertidumbre en la evaluación del riesgo como amenazando la estabilidad financiera de las personas y las aseguradoras.
Los cambios en los patrones climáticos dificultan no solo la predicción de riesgos, sino también la planificación de políticas de seguro efectivas. Ahora tenemos olas de calor más prolongadas, que derivan en sequías e incendios cada vez más difíciles de controlar, en zonas donde no había o eran poco comunes, así que las aseguradoras tienen el desafío de determinar las primas adecuadas para las áreas donde históricamente no se habían producido eventos climáticos extremos. Por ello, el sector asegurador está adoptando diversas medidas para adaptarse a la nueva realidad y garantizar su sostenibilidad a largo plazo.
Las aseguradoras están invirtiendo para comprender mejor cómo el cambio climático afecta a las comunidades y las empresas, lo que implica el análisis de datos históricos, la modelización de escenarios futuros y la identificación de áreas de alto riesgo, para ajustar las políticas y tarifas del seguro de manera más precisa. Además, han buscado proporcionar herramientas de transferencia de riesgos más adaptables a estos escenarios, como los seguros paramétricos que ofrecen una suma global o única correlativa al parámetro determinado en la suscripción, la cual es relativamente pequeña, pero ayuda a la continuidad de un negocio o una comunidad.
Adicionalmente, las aseguradoras están desarrollando nuevos productos y mejorando las pólizas existentes, para abordar los riesgos relacionados con el cambio climático y ofrecer más opciones que cubran inundaciones, sequías o eventos climáticos extremos de una forma más completa y accesible. También están promoviendo la adopción de prácticas empresariales sostenibles y la reducción de la huella de carbono a través de, por ejemplo: los Principios Poseidón que obligan a los asegurados a reducir y reportar sus emisiones; los descuentos a quienes implementan medidas para mitigar el cambio climático, como la instalación de paneles solares o el uso de materiales de construcción sostenibles, y el condicionamiento del pago de indemnizaciones al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.
Nos queda mucho por hacer como sector y desafortunadamente vamos contra reloj. Solo sabemos que los eventos climáticos serán cada vez más frecuentes y costosos, dejando principalmente a los más vulnerables y expuestos con mayor propensión a la pobreza extrema. Tenemos la posibilidad de ser agentes de cambio, pero el reto no es nada sencillo.
