La moda rápida (fast fashion) ha impactado con fuerza en la sociedad, lo cual se refleja en el gran incremento de sus ventas durante los últimos dos años. Desde la industrialización se ha buscado que la moda sea accesible para todos, pero esta tendencia se fortaleció debido al confinamiento en casa, pues la gente podía comprar a cualquier hora ropa bonita y barata, aunque no buena. En esta nota, conoce las consecuencias de la fast fashion y las acciones emprendidas por las aseguradoras para evitar que esta industria siga causando daños al medioambiente. Agradecemos a Lyndsay Garnica, experta en el tema, por la información que nos compartió sobre esta problemática.
Para producir grandes cantidades de ropa accesible y atractiva en poco tiempo, la industria textil sacrifica la calidad, usando materias primas que no cuestan tanto y se producen rápido, como el nylon o el poliéster. Esto provoca que las prendas no duren mucho, se desechen pronto y liberen demasiadas toxinas al aire mientras se descomponen. Además, esta industria consume y contamina una enorme cantidad de agua, pues usa 7500 litros para producir un pantalón (jeans), cantidad equivalente a la que bebe una persona en siete años –de acuerdo con un informe de la ONU–, y contamina diversos cuerpos de agua con químicos, metales y colorantes, afectando la salud de la fauna, la flora y las personas. Por si esto fuera poco, la emisión de gases de esta industria es mayor a la de todos los vuelos internacionales y el transporte marítimo combinados.
Estos factores vuelven a la industria textil una de las más contaminantes a nivel mundial. No obstante, la solución no es su desaparición, sino la concientización tanto de los consumidores como de las empresas textiles con respecto a este gran problema y la necesidad de implementar cambios para evitar una mayor contaminación del planeta. Hoy en día, se está proponiendo la slow fashion,que implica reutilizar las prendas, encontrar marcas responsables con el medioambiente y evitar el consumismo. Además, para promover un mayor cuidado de los recursos y el entorno, es importante invitar a las compañías textiles a emprender acciones y exigirles un seguro ambiental.
Gracias al creciente interés por las empresas socialmente responsables, las aseguradoras están poniendo un gran énfasis en tener una cartera comprometida con el medioambiente, bajo la premisa “de la intención a la acción”. Muchas compañías han adoptado los Principios Poseidón para llevar un estricto registro tanto de la emisión de gases como del vertimiento de residuos de los transportes marítimos asegurados y reducir con programas la huella de carbono de estos. Además, tanto las aseguradoras como los bancos dan bonos verdes, que reducen las primas de los seguros o los intereses de los financiamientos, a las empresas que demuestran gobernanza ambiental, social y corporativa (ESG, por sus siglas en inglés); protocolos de reducción de emisiones y cuidado del medioambiente, y alineación a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030.
La ONU ha establecido que la implementación correcta de ESG y ODS en la operación empresarial es clave para el rendimiento y la rentabilidad, por lo que el sector asegurador debe incluirla en sus estándares internacionales para reducir los riesgos y mejorar su imagen. De hecho, ya hay grupos de aseguradores y reaseguradores que enfatizan la implementación y el cumplimiento de los ODS y la ESG en las operaciones de los asegurados como una condición implícita para el pago de daños por contaminación, de manera que el reclamo de un siniestro de este tipo no procede si no se cumple con dicho requisito.
Mucha ropa fast fashion es producida bajo reglamentaciones laxas y condiciones dudosas, así que México y otros países han vuelto ilegal el ingreso y venta en su territorio de prendas producidas mediante la explotación infantil. Cabe recordar que, en caso de configurarse un acto ilícito, la póliza correspondiente sería inoperante, pues los seguros no cubren actos ilegales. Además, aunque una buena práctica es la exigencia de una póliza que cubra daños medioambientales generados por la industria textil, las prendas fast fashion suelen provenir de países poco estrictos al sancionar las deficiencias, así que usualmente las empresas de slow fashion o high end, que son menos accesibles, cumplen con el requisito trasladando el costo de la prima al consumidor. Por tanto, el reto de la industria textil es ser rentable sin dañar el medioambiente o incurrir en malas prácticas.
