Sector Asegurador

La cultura de la prevención Mejor asegurar que lamentar

Laura Edith Islas Yáñez y Adriana Oropeza Flores Directora general y directora editorial, Revista Siniestro

¿Qué hay detrás de las pólizas para las empresas? ¿Qué tan común es que un negocio contrate un seguro que contemple la protección de sus trabajadores? Para ampliar este tema, charlamos con Carlos Latorre, director general de Prolomer, quien comenzó a responder nuestras inquietudes con un dato crítico: en la actualidad, cinco millones de unidades económicas generan casi el 98% del empleo en el país, por lo que solo el 2% de los trabajos provienen del gobierno. Por eso, las empresas deben estar preparadas para las situaciones adversas, pues cualquier cosa que les ocurra perjudica a los miles de trabajadores que tienen en ellas su fuente de ingresos. Sin embargo, según un estudio realizado por la AMIS y otros organismos, pocas empresas (casi el 10%) tienen algún seguro.

Latorre considera fundamental que, de las diversas coberturas existentes, las empresas otorguen a sus trabajadores la de vida, cuya suma asegurada pue- de ser fija (meses de sueldo de la persona) o esca- lonada, dependiendo de los niveles jerárquicos de la organización, y la de gastos médicos, en la que se puede establecer una protección básica para todos y, de acuerdo con el último reglamento de grupo (2010-2011), se necesitan al menos diez personas para que el conjunto califique como un colectivo o grupo. Carlos afirma que el seguro de vida es el más accesible y contratado por las empresas porque es uno de los más económicos y que, según una encuesta de 2020 de Korn Ferry, los trabajadores valoran sobre todo la cobertura de gastos médicos, dado que la atención que reciben en las instituciones de salud pública no es la mejor.

Nuestro entrevistado señala que aún hay una cultura contra la contratación del seguro para las empresas, pues las personas prefieren proteger otro tipo de bienes, a pesar de haber vivido la pandemia o los terremotos y a pesar de que los seguros son deducibles de impuestos. A propósito de esto último, la ley establece que los productos de gastos médicos y de vida deben ser beneficios que se den a todos los colaboradores para que se puedan deducir, por lo que es posible tener problemas en caso de revisión fiscal si se beneficia con alguno de estos seguros solo a unos cuantos.

Carlos recomienda asegurar las necesidades primigenias de la empresa y comenzar con las coberturas de incendio, riesgos catastróficos y daños a terceros, ya que los siniestros relacionados con estas pueden tener múltiples consecuencias por ejemplo, si el incendio inicia en tu oficina y se propaga a la del ve- cino, tendrías que pagarle; si no tienes la cobertura de daños a terceros, el afectado podría demandarte; luego, cubrir los vehículos de reparto y la mercancía trasladada, porque forman parte del patrimonio, y después, proteger a los trabajadores con un seguro de vida y uno de gastos médicos. Además, las empresas que manejan información y conectividad con otras compañías requieren una póliza de daño cibernético y una de daños a terceros.

Si eres un arquitecto, un doctor, un agente de seguros o un ingeniero, necesitas una póliza de errores y omisiones para los problemas que se generen por tu actividad. Latorre comenta que un médico muy connotado no tenía póliza de responsabilidad civil médica, así que cuando su equipo cometió un error en una cirugía y el paciente los demandó, la acción cayó sobre el cirujano, por lo que este perderá una casa que el juez le pidió en garantía por el daño generado, lo cual se evitaría con una cobertura de errores y omisiones. Ahora bien, un restaurante necesita, además de la póliza empresarial, una de responsabilidad civil por producto, pues se debe pagar si alguien se contagia con los alimentos. Carlos menciona que, por ejemplo, si un banquetero atiende a 300 invitados y sirve un pollo echado a perder, ocasionará salmonelosis a media fiesta y tendrá que pagar la hospitalización, además de enfrentar la pérdida de ingresos.

Otra cobertura es la de hombre clave, la cual asegura a dirigentes o personas muy importantes de una organización, para que, si mueren o se incapacitan, la empresa reciba los recursos necesarios para afrontar la pérdida definitiva o temporal de dichas personas. Una protección similar es el seguro de socios, el cual no es deducible y evita que las acciones de un elemento terminen en manos equivocadas. Así pues, si tú y otra persona son socios, pero esta muere y no hay un seguro de este tipo, sus herederos automáticamente adquieren las acciones correspondientes y, si estos tienen una visión de negocios diferente a la tuya o no están interesados en la empresa, se generan un montón de conflictos, los cuales se hubieran evitado con dicho seguro.

El caso de la melaza fantasma

Para finalizar, Carlos nos compartió el caso de un cliente muy reacio a los seguros, quien los contrata con todo el odio de su alma y siempre se queja de ellos. Esta persona distribuye melaza, un derivado de la caña de azúcar, por lo cual debe cuidar que esta no se eche a perder o se ponga dura como una roca, así que la almacena en las fosas que tiene en varias zonas del país.

El cliente contrató la póliza empresarial, así como algunas de gastos médicos, autos y transporte. Un día, le habló a Latorre para preguntarle si el seguro cubría la desaparición de la melaza, lo cual sorprendió a nuestro entrevistado, quien le preguntó a qué se refería y si lo habían robado. El asegurado afirmaba que no, pero el contenedor estaba lleno y ahora no. Así que Carlos le pidió revisar por dónde se estaba yendo la melaza, pero al siguiente día el cliente solo pudo decirle que el nivel de la melaza en el contenedor había bajado otro metro. Al tercer día, ya no había nada, así que el asegurado volvió a preguntarle si esta desaparición estaba cubierta por la póliza. Nuestro entrevistado le dijo que no sabía, pero investigaría. El cliente estaba muy preocupado y afirmaba que si no le pagaban quebraría, pues la pérdida ascendía a casi nueve millones de pesos.

Ante la incertidumbre y la incapacidad de entender por llamada el origen del daño, Carlos acudió a un experto. Tras explicarle lo que había pasado, este señor le dijo: “Miren las grietas de las fosas. Si son horizontales, la causa fue un asentamiento, lo cual es una exclusión de la póliza; si son diagonales, la causa fue un sismo que abrió un hoyo, por el cual se fue la melaza”. Gracias a su explicación y a las bitácoras que tenía el asegurado, se demostró que la fosa recibía mantenimiento y se identificaron indicios sísmicos. Entonces, se tomó evidencia de las grietas diagonales para argumentar que el daño se debía a un terremoto, por lo que obviamente el siniestro procedió. Aunque el pago tardó seis meses, la reclamación fue exitosa. Sin embargo, aun así, el cliente se sigue quejando de los seguros y sostiene que no le cumplen.

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