Raúl Carlón Campillo Director general, Tranquilidad y Proyección tranquilidadyproyeccion@revistasiniestro
En 1984, durante el ocaso de mi licenciatura en Relaciones Industriales y a la edad de 24 años, lo conocí. Tras un rompimiento sentimental que se volvió una prueba, la cual me obligaron a pasar despidiendo de Seguros Bancomer a mi novia, y tras cuatro años en el área de RH de esta empresa, ingresé a Seguros Tepeyac como ejecutivo de atención comercial en un área recién abierta, llamada Ventas Vida. La aseguradora era dirigida por don Arturo Martí Berenguer, personaje icónico del sector y uno de mis grandes mentores, y José Luis fungía como subdirector luego de casi una década de haber ingresado a la compañía, ya que su padre lo integró poniéndolo a trabajar en el archivo para formarlo desde abajo e invirtió dinero en la compra de acciones de Seguros Tepeyac hasta alcanzar la mayoría, lo que permitió a la familia dedicarse de lleno al negocio asegurador.
Con don Arturo al frente, Tepeyac vivió uno de sus momentos estelares. Férreo y sabio, condujo a la compañía hasta que, antes del terremoto de 1985, José Luis ascendió a la Dirección General, situación que fue ampliamente festejada por la comunidad aseguradora de la época y por la familia Llamosas que nuevamente tenía a uno de los suyos dirigiendo su propia empresa. La última junta general que dirigió don Arturo fue un acto memorable, puesto que todos reunidos en el Club de Industriales del Hotel Camino Real de Polanco lo escuchamos emocionado pronunciar su discurso, en el que daba la bienvenida a José Luis, se despedía de la Dirección General de la compañía y cerraba su participación con la frase: “Quien no vive para servir no sirve para vivir”.
Una vez que la concurrencia saltó de su lugar exaltada y aplaudió a rabiar el elocuente y emotivo discurso de esta leyenda, José Luis Llamosas Portilla tomó la palabra y, con la misma emoción que mostró su predecesor, rindió protesta como el director general de Seguros Tepeyac. En ese momento, la compañía estaba a media tabla en el ranking del sector y tenía una cartera importante tanto en Autos como en Daños, que incluía empresas mineras y algunos riesgos de la infraestructura del sector público. La mayoría de los agentes era gente mayor, amigos y conocidos de las familias Llamosas y Portilla.
El terremoto de 1985 fue una dura prueba para el sec- tor asegurador mexicano. Tepeyac operaba en el centro histórico de la Ciudad de México, en un edificio ubicado en la esquina de Humboldt y Artículo 123, a dos cuadras del Hotel Regis y del edificio del Conalep, que terminaron en ruinas.
Justo una semana después de semejante siniestro, Seguros Tepeyac presentó a su fuerza de ventas la primera versión del producto de vida universal, llamado Vida Integral Personalizada VIP, en el Club de Industriales del Hotel Camino Real de Polanco. Al iniciar el evento, con respeto y devoción, José Luis pidió un minuto de silencio por los caídos en la catástrofe. Luego, un sismo alarmó a los asistentes, quienes solo nos veíamos sin dar crédito a lo que estaba ocurriendo. Pasado el movimiento, Pedro Pacheco presentó el producto y César Torres dio a conocer los apoyos comerciales con los que arrancaba la incursión de Seguros Tepeyac. José Luis fue tan respetuoso ese día que pocos lo vimos reír con la naturalidad que siempre lo caracterizó. La congruencia mostrada y la pulcritud de sus convicciones marcó la pauta del ambiente que reinó en el evento.
Una semana después, el equipo de Ventas Vida fue al Teatro Insurgentes, donde Seguros La Comercial lanzó Gama Flex. La presentación fue hecha por el Act. Luis Huerta Rosas, director técnico de la aseguradora.
Al salir de la aseguradora en diciembre de 1986, tenía claro que Tepeyac había sido una gran escuela en mi trayectoria dentro del sector. A mediados de ese año, José Luis me había financiado para iniciarme como agente, pagándome un bono y facilitándome un préstamo para amueblar uno de los cuartos de servicio que mi tía Chabela accedió a prestarme para mi arranque desde casa junto con Enrique Magallón, un amigo de Seguros Bancomer. Lo vendido me permitió pagar el préstamo y aceptar en diciembre mi primera gerencia, dentro del área de Reclutamiento y Capacitación de Agentes en Pan American de México. La puerta quedó abierta en Seguros Tepeyac, donde volví año y medio después, tras la intervención que la SHCP practicó en Pan American para terminar con la nómina en marzo de 1988.
Tanto por la relación que había tenido en Seguros Tepeyac con el Lic. Francisco Alatorre y Fierro como por la recomendación que la Lic. Araceli Torres le hizo de mi persona, ingresé a administrar su cartera personal en AARCO. Dos meses después de mi ingreso, mientras caminaba hacia Seguros Tepeyac, me encontré a José Luis Llamosas, quien me invitó a verlo en su oficina. Atendí los pendientes de la cartera de Alatorre y subí a ver a José Luis. Él me recibió con Pedro Pacheco y me dijo que me había considerado para estar en el proyecto de Gerencias de Desarrollo, lo que me permitiría arrancar una promotoría con un modelo de desarrollo pagado por Seguros Tepeyac. La oferta fue irresistible. Tras aceptar, José Luis me dio un abrazo y yo fui a notificar a Paco Alatorre que tomaría esta alternativa, lo cual entendió perfectamente.
Al iniciar mi proceso como promotor, fui capacitado por In Mark, empresa de Ángel Moreno, un cubano representante de LIMRA, a quien Seguros Tepeyac contrató. El apoyo recibido y el compromiso que sentí con José Luis fueron acicates para alcanzar el segundo lugar de promotorías en 1990, por lo cual recibí de José Luis y Pedro un reconocimiento en un evento de noveles en Guanajuato y otro un año después en Puerto Vallarta. En ambas ocasiones, José Luis fue amable, sencillo y humilde. En uno de los eventos, me preguntó con un canapé en la mano mi opinión del proyecto, así que platicamos de ello por una hora, sentados en las escaleras de la terraza del hotel. Para mí fue una muestra más de grandeza que este hombre del sector, asegurador de corazón, millonario, propietario de la firma y director general departiera conmigo en aquel lugar. ¡Vaya personaje!
Su elocuencia y dicción distaban de la oratoria de don Arturo, pero su sencillez e inteligencia ganaban adeptos, por lo que siempre terminaba sus discursos con un concierto de aplausos y una concurrencia de pie.
La participación de don Arturo en la Fundación Mapfre México animó la venta de una parte de Seguros Tepeyac a esa firma, lo que motivó mi decisión de dejar la promotoría, pues las condiciones ofrecidas por los nuevos socios representaban un despojo. Al rechazar la oferta de don Primitivo de Vega, primer director general de Mapfre México, José Luis y Pedro Pacheco me pidieron que no me fuera y me ofrecieron la Gerencia de Seguro de Personas en la región occidente, en Guadalajara, donde reportaría al Lic. Gerardo Castro, a quien había conocido durante mi paso por Seguros Bancomer. Mi familia aceptó a regañadientes la aventura, así que nos fuimos a vivir a esa ciudad.
Los desencuentros con los nuevos socios desgastaron rápidamente la relación empresarial. Los excesos en los contratos de los peninsulares que llegaron a México, aunados a los desplantes de la primera generación de españoles que ocuparon puestos directivos, llevaron a José Luis a proponer la venta total de su participación en esa entrañable firma donde se formó como asegurador y se consolidó como director. La familia Llamosas concretó dicha operación, tras lo cual se concentró en otros negocios donde tenía importantes inversiones. La vena aseguradora de José Luis se mantuvo activa, llevándolo a comprar ANA para convertirla en ANA Seguros en 1995, solo un año después de que Joaquín Brockman arrancara operaciones con Quálitas. En 1997, la familia Llamosas compró Seguros Saint Paul para convertir esta empresa en GMX y especializarla en responsabilidad civil. En 2002, nace Seguros Argos con la dirección del Act. Luis Huerta; en 2011, Prevem Seguros con la dirección del Act. Pedro Pacheco. Al detentar la propiedad de cuatro aseguradoras y ser el único empresario en México con tal número de empresas del mismo giro en operaciones específicas, José Luis consolidó su presencia en el sector. Entonces, decidió fundar Grupo Valore con sus cuatro aseguradoras y una empresa de asistencias, MAS Servicios. Él ocupó la presidencia honorífica y vitalicia de Grupo Valore hasta su lamentable fallecimiento.
José Luis padeció tragedias, como el plagio de su hijo y el fallecimiento de su esposa, que lo golpearon y marcaron, pero no lograron vencerlo. A finales del siglo XX, en un trayecto aéreo desde Estados Unidos, él cedió el asiento de su aeronave privada a la nana de sus hijos, quien los había acompañado a ese viaje por un asunto de salud, y una tormenta obligó al piloto a intentar aterrizar, pero el altímetro se dañó y el avión se estrelló en la pista del Aeropuerto de Tampico, provocando el deceso de la nana. La Muerte no tenía en su lista a José Luis en ese momento, pero las lesiones en la cadera disminuyeron de forma importante su movilidad, aunque esta situación tampoco lo venció. El piloto me contó la historia cuando tuve la oportunidad de asesorarlo en la elección de la aseguradora de rentas vitalicias en 1999, durante mi incursión en la intermediación de pensiones.
Al enterarme de su partida, llegaron a mi cabeza anécdotas y recuerdos, mientras experimentaba una gran tristeza por su partida. Recordé su franca sonrisa, su amable trato, su gran inteligencia y su enorme aportación a este sector. Descansa en paz, querido José Luis.
