Dra. Ángeles Yáñez / yanez27@hotmail.com
Cuando hablamos de salud mental nos referimos a un estado de bienestar emocional, psíquico y social que permite a las personas desarrollar sus habilidades, aprender, trabajar adecuadamente, integrarse a su entorno y enfrentar el estrés.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que, en todos los países, los trastornos mentales son muy frecuentes, pues una de cada ocho personas en el mundo sufre de alguno, y que la prevalencia varía en función del sexo y la edad.
Existen factores biológicos, psicológicos y socioeconómicos que influyen en la salud mental. Algunos factores de la personalidad y psicológicos hacen que una persona sea más vulnerable a padecer ciertos trastornos mentales, los cuales, al sumarse a factores biológicos o genéticos o a desequilibrios bioquímicos cerebrales, agravan el estado de salud mental. Asimismo, el contexto sociopolítico, la pobreza, el bajo nivel educativo, la violencia, la discriminación y las violaciones a los derechos humanos son determinantes para la salud mental.
Los trastornos mentales son costosos, muchas veces generalizados y comúnmente desatendidos. La mayoría de las personas no busca ayuda y no recibe ningún tratamiento por múltiples razones, como la mala calidad de los servicios, los bajos niveles de conocimiento sobre la salud mental y la discriminación por parte de los círculos sociales.
En general, los presupuestos no priorizan la salud mental. En promedio se destina el 2% de los recursos a esta, por lo que sistemáticamente se cuenta con fondos insuficientes para su atención. Es impactante saber que prácticamente el 50% de la población mundial vive en países con un solo psiquiatra por cada 200 mil habitantes, lo cual se suma a la escasez de medicamentos psicotrópicos para los tratamientos, en particular en los países de bajos ingresos.
Los trastornos mentales son la principal causa de años perdidos por discapacidad (APD) y de años vividos con discapacidad (AVD). Esto es relevante porque dichos trastornos, además de deteriorar la calidad de vida de las personas, disminuye la productividad de los individuos y, por ende, de los países, lo cual sumado a otros costos indirectos sociales suele superar el precio de la atención. Además, las personas que padecen trastornos mentales graves fallecen, en pro- medio, entre diez y veinte años antes que la población general, a menudo por enfermedades físicas prevenibles.
En mayo de 2021, los gobiernos de todo el mundo se sumaron al Plan Integral sobre Salud Mental de la OMS, reconociendo que el bienestar emocional, psíquico y social es un derecho básico y fundamental para los individuos y la colectividad y que es necesario transformar nuestras actitudes, acciones y enfoques tanto para promover y proteger la salud mental como para proporcionar cuidados y atención a quienes lo necesitan.
En la figura, tomada del Informe Mundial sobre Salud Mental (OMS, 2022), se muestra la situación actual y lo que se pretende alcanzar en los diversos aspectos de la salud mental. Así, por ejemplo, vemos que se busca implementar programas estratégicos de promoción y prevención, enfatizando la relevancia de educar y prevenir, para que la salud mental sea valorada por todos. Un punto a destacar es la búsqueda de una atención adecuada con la cobertura universal de salud y la idea de no limitar la atención a la ofrecida por el sector público de salud.
Para concluir, me gustaría invitar a los actores del sector asegurador a reflexionar con unas preguntas: ¿pueden las aseguradoras sumarse a los esfuerzos para prevenir y atender los problemas de salud mental?, ¿es posible pensar en pláticas o cursos para los asegurados, que los eduquen con respecto a la salud mental y fomenten en ellos un cambio para evitar la estigmatización?, y ¿podemos impulsar una cobertura preventiva de salud mental, que coadyuve a un diagnóstico temprano, o coberturas indemnizatorias para algunos trastornos mentales? Dejo la creatividad y la innovación a todos ustedes.
