Adrián Palacios Ramírez / Reportero, Revista Siniestro
En México, septiembre es el mes del testamento. Esta iniciativa tiene como objetivo promover la realización del testamento y contribuir a una cultura de certeza y seguridad jurídica que beneficie a nuestros herederos y salvaguarde nuestros bienes. Entrevistamos al abogado Alejandro García, director de Defensa Segura, para comprender la importancia de dejar un documento que respalde nuestra última voluntad. La responsabilidad tanto de dejar un beneficiario en el testamento y el contrato de seguro como de informar nuestra voluntad a la persona designada como tal recae en cada uno de nosotros, ya que ni el banco ni la aseguradora le avisará que puede reclamar los bienes. Alejandro comentó que en muchos ca- sos las sumas aseguradas nunca se reclamaron porque los beneficiarios no sabían que sus familiares fallecidos tenían una póliza en la que se encontraba su nombre.
Cuando dejamos un testamento, nuestros bienes se transmiten de acuerdo con nuestros deseos y con la intervención de un notario (sucesión testamentaria). En caso de no dejar ningún heredero, el destino de nuestro patrimonio se define mediante una sucesión legítima o in- testamentaria, en la cual los bienes se reparten, conforme a la ley y no de acuerdo con nuestra voluntad, entre los familiares más cercanos, como los hijos y el o la cónyuge. Hacer un testamento no implica morir en el acto. Todas las personas mayores de 18 años deben tener
uno donde dispongan qué sucede- rá con lo mucho o poco que poseen. Para tramitarlo, solo se requiere presentar una identificación oficial, las actas de Registro Civil de los beneficiarios y, en caso de querer heredar un inmueble, las escrituras de este. El testamento protege a nuestros seres queridos y hace respetar nuestra voluntad al transferir nuestros bienes a quienes designemos.
De acuerdo con un artículo de Joselyn Herrera, publicado hace un año por El Economista, solo el 7% de la población mexicana tiene un testamento (ver https:/rebrand.ly/ElEc/ FP/DIDT). Debemos cambiar esta falta de conciencia por el bienestar de nuestros herederos, para que no sufran un mayor desgaste emocional y económico cuando ocurra nuestro fallecimiento.
