Los accidentes sólo llegan
Roxana Vélez Pérez / Coordinadora editorial, Revista Siniestro
Los accidentes simplemente ocurren. No tienen día ni hora. Solo sabemos que sucederán en el momento menos esperado y que sus consecuencias pueden resultar catastróficas. Este fue el destino que le esperaba a una fábrica de pinturas durante una noche de Año Nuevo, luego de trabajar por más de 30 años ininterrumpidos sin tener ningún siniestro de grandes dimensiones. Ni su dueño ni el agente de seguros ni los negocios aledaños imaginaron jamás que la fábrica quedaría reducida a cenizas porque un grupo de teporochitos encendió una fogata precisamente aquella noche. ¿Pueden creerlo? Como si esto no fuera suficiente, la póliza de la fábrica no tenía ni las coberturas correctas ni la suma asegurada adecuada, y su dueño lo sabía.
El siniestro sucedió en una fábrica de pinturas del Estado de México, la cual pertenece a un señor que no estaba contento con la atención de su asesor anterior y hace siete años decidió convertirse en el cliente de Emilio Mussali, agente con diez años de experiencia y CEO de Ícono Consultores Agente de Seguros y de Fianzas. Cuando Emilio se hizo cargo de la póliza, propuso a su cliente revisar las sumas aseguradas, pero este se negó rotundamente. En 2020, cuando llegó el momento de la renovación, el agente propuso subir la suma asegurada de la póliza maestra de transporte, aumentar el monto correspondiente al inventario y los contenidos y revisar la cantidad destinada a la maquinaria y el equipo. Sin embargo, el cliente se limitó a pedir a su agente que ya no lo molestara más con este asunto, pues no elevaría la suma asegurada para que le aumentaran el precio de la póliza, ya que durante treinta años había tirado su dinero en el seguro y jamás le había pasado nada. Así pues, su póliza se renovó en noviembre bajo las mismas condiciones.
El 31 de diciembre de 2020, a las 22 h, sonó el teléfono de Emilio. Él pensaba que su asegurado lo llamaba para felicitarlo por el Año Nuevo, pero no era así. Tras preguntarle dónde estaba y decirle que él también se encontraba de vacaciones, el cliente informó al agente que su fábrica se estaba quemando, por lo que acordó con él regresar al siguiente día y verse en el lugar del siniestro. El personal de la fábrica, que contaba con brigadas especiales y equipo de seguridad, se dispuso a combatir el fuego inmediatamente, pero cuando ya estaba por apagarlo llegaron los bomberos y las personas de Protección Civil, quienes ordenaron al personal desalojar el lugar. Después, los bomberos entraron a combatir el incendio, pero las pipas no tenían agua, así que el fuego se avivó mientras fueron por ella, por lo cual la fábrica se quemó por completo. El domicilio siniestrado colindaba con un paso peatonal, una fábrica en remodelación, una bodega que almacenaba cigarros y cerillos, una fábrica de inyección de plástico y una gasera, que debido al fuerte incendio también sufrieron daños.
La aseguradora pensaba que el cliente era el responsable y contrató a un Despacho de Ajustadores para llevar el ajuste. Por su parte, el Asegurado contrató a David Burgos, Risk Management Specialist de la empresa Tecsurance, S.A. de C.V. para evaluar los daños, determinar el origen del siniestro y dirigir el proceso del Reclamo. Los peritos de la aseguradora y del municipio concluyeron que el responsable no era el dueño, sino unos teporochos cuya fogata se salió de control. Un video preparado para deslindar responsabilidades mostró cómo se originó el fuego y cómo este avanzó.
El cliente esperó dos años para recibir la indemnización porque la compañía tardó cuatro meses en enviar a los peritos y solicitó muchos elementos que demostraran tanto la preexistencia de los bienes como su valor. A esta demora se agregó el tiempo que tardó la autoridad en liberar la escena y el tiempo requerido por los peritos y la compañía para hacer su trabajo. Debido a todos estos retrasos, llegó la época de lluvias y los materiales absorbieron el agua, así que al hacer la remoción de escombros se tuvieron que retirar cuarenta toneladas en lugar de diez, por lo cual la aseguradora quería descontar lo correspondiente a esta cantidad, pero un estudio técnico demostró que su tardanza propició el aumento de peso por el agua, así que el cliente solo reconoció diez toneladas.
Afortunadamente no hubo personas fallecidas. Los daños sufridos por la fábrica ascendieron a 100 millones de pesos, de los cuales 80 millones correspondieron a la pérdida de inventarios. La responsabilidad civil por daños a terceros fue de 50 millones de pesos, pero cada empresa activó sus propios seguros para encargarse de sus daños. La póliza tenía un costo aproximado de 200 mil pesos anuales y una suma asegurada de 40 millones de pesos, que se ocupó por completo. Aunque la cobertura por incendio no tiene deducible, el cliente pagó uno del 10%.
La fábrica ya se encuentra en funciones, aunque su dueño tuvo que invertir para ponerla en marcha. Mientras se resolvía el siniestro, no se registraron pérdidas económicas ni despidos porque la fábrica no dejó de trabajar y se acercó a sus competidores para que maquilaran sus productos y los enviaran a sus clientes.
Todas las industrias deben estar preparadas para un siniestro de gran magnitud como este. Por ello, David dice que le encantaría ver a las empresas con las coberturas correctas y apropiadas que las protejan de manera integral, como en este caso, la de Incendio, Ganancias Brutas y Pérdidas Contingentes. La cobertura de responsabilidad civil ambiental también es clave y obligatoria porque cubre el daño físico que se cause y las consecuencias. Para reclamar un siniestro de esta naturaleza se necesitan los documentos correspondientes a la compra total de materia prima, el registro de producción, los inventarios y las ventas.
Este incendio demuestra la importancia de contar con un seguro bien estructurado. Tras este desafortunado hecho, el asegurado notó el error que cometió al no atender las recomendaciones de su agente, así que decidió revisar bien su póliza para incluir las coberturas y sumas aseguradas correctas.
