Roxana Vélez Pérez / Coordinadora editorial, Revista Siniestro
El cáncer no solo causa un fuerte impacto en la salud física y emocional de quien la padece, sino también afecta gravemente su economía. Una forma de sobrellevar los gastos de esta enfermedad es la contratación de un seguro de gastos médicos mayores (GMM) con cobertura para este mal. “Más vale prevenir que lamentar”, pero desafortunadamente las cosas no siempre resultan como quisiéramos porque “no todo es miel sobre hojuelas”. Ejemplo de esto es el siniestro de una mujer que es madre y desde muy joven ha sido previsora.
Ella nos platica que, tras salir de la universidad y comenzar a trabajar en 1997, tuvo su primer contacto con los seguros y decidió adquirir una póliza de GMM. Tres años después, en el 2000, cuando la movieron a otra área, continuó con su protección. Siempre fue muy puntual con los pagos porque estos eran descontados de su nómina, así que los años pasaron y, para 2020, su póliza ya contaba con una suma asegurada de 500 mil pesos. En mayo de ese año cambió de trabajo, así que informó a su aseguradora que continuaría con la póliza, pero que debía esperar a que le asignaran formalmente su plaza. Por desgracia, la espera se prolongó hasta diciembre y durante ese tiempo se dejó de pagar la protección.
En mayo de 2020, en plena pandemia por covid-19, ella no solo cambió de trabajo, sino también descubrió una bolita en su seno izquierdo, así que fue al ISSSTE en busca de atención médica, pero no la obtuvo. En diciembre de ese año, cuando inició el trámite para volver a asegurarse, una promotora la ayudó a llenar el formulario. Nuestra entrevistada le comentó lo que había descubierto en su cuerpo, pero la promotora le respondió que, si no tenía un diagnóstico médico, no era nada maligno, por lo cual no debía preocuparse, ya que sí podía asegurarla.
Transcurrió 2021 sin que ella recibiera atención médica. Al notar el crecimiento de la bolita, la asegurada comenzó a preocuparse, así que en diciembre pidió ser atendida en la Fundación de Cáncer de Mama (Fucam), donde le confirmaron que padecía cáncer de mama tipo tres, el cual era infiltrante y agresivo, por lo que necesitaría varias quimioterapias, pero el tratamiento era costoso. Ella recordó que durante más de veinte años había pagado su seguro de GMM, el cual nunca había usado y cubría el cáncer.
Como ya había transcurrido el año del periodo de espera, nuestra entrevistada de inmediato metió su solicitud en la aseguradora, adjuntando el diagnóstico que le dieron en la Fucam, pero la compañía le pidió una evaluación médica de su clínica del ISSSTE. Como la solicitud fue rechazada y la aseguradora solo pretendía cubrir el 25% de la suma asegurada, en diciembre de 2021 la usuaria pidió la devolución de su suma asegurada, que era de 470 mil pesos, y decidió no esperar a que el problema se resolviera, por lo cual inició con las quimioterapias por cuenta propia, pues en el ISSSTE no había medicamentos por la pandemia. Ella pagó más de 380 mil pesos por 18 sesiones de tratamiento. Este gasto y el de los medicamentos mermaron su economía.
Nuestra entrevistada es una mujer fuerte que ha sabido dar batalla. Por ello, tras vivir y superar esa difícil enfermedad que le trajo un desgaste anímico y económico, en abril de 2023 la aseguradora finalmente le pagó el total de la suma asegurada: 470 mil pesos. Cuando el cáncer llegó a su vida, ella tenía 56 años; ahora tiene 60. Su salud afortunadamente ha mejorado.
