Dra. María de los Ángeles Yáñez / Departamento de Actuaría y Seguros, ITAM yanez@itam.mx
El 9 de mayo de 1973 se estrenó en Estados Unidos la película Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, en inglés). Evidentemente no estuve en el estreno, pero años después mi papá me obligó a verla. En esta cinta, Charlton Heston da vida a un detective que en el siglo XXI aprende el terrible secreto de las galletas Soylent Green, que se distribuían masivamente para alimentar a la población. La historia nos muestra un escenario con sobrepoblación, cambio climático, escasez de agua y alimentos, corrupción, arbitrariedad gubernamental e indiferencia. ¿Les parece familiar?
Curiosamente la trama se desarrolla en 2022, año en que nuestra población mundial alcanzó los 8000 millones de habitantes, de los cuales el 30% carecía de una alimentación suficiente y el 9.2% enfrentó hambre crónica. En contraste, en el mismo año, los hogares de todos los continentes desperdiciaron el equivalente a más de 1000 millones de comidas cada día.
Las proyecciones de la oficina de Población de las Naciones Unidas señalan que al cierre de 2024 seremos 8200 millones de habitantes. Se espera que la población continúe creciendo por otros 50 o 60 años hasta alcanzar un pico de 10 mil 300 millones de habitantes, a partir del cual iniciará el descenso del número de personas. Para 2030, 600 millones de personas enfrentarán hambre.
Cuando desperdiciamos alimentos, se malgasta la energía y el agua que se requieren para cultivarlos, cosecharlos, transportarlos y empacarlos. Si los alimentos paran en el vertedero y se pudren, producen metano, un gas de efecto invernadero aún más potente que el dióxido de carbono. La pérdida y el desperdicio de alimentos generan entre el 8 y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI) casi cinco veces más que las producidas por el sector de la aviación y una importante pérdida de biodiversidad al ocupar el equivalente a casi un tercio de las tierras agrícolas del mundo. Hambre Cero es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Vale la pena platicar de dos líneas de acción que pueden contribuir a alcanzar este objetivo:
1. Reducir el desperdicio de alimentos. Promoviendo alianzas público-privadas para que los alimentos no se desperdicien y lleguen a las personas que los requieran e impulsando la Economía Circular, es decir, el modelo de producción y consumo que implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos todas las veces que sea posible para crear un valor añadido, extender el ciclo de los bienes, usar menos materias primas, producir menos residuos y generar menos emisiones. Si quieren saber más, visiten https:/www.unep.org/es. 2. Invertir en el sector agrícola. Esto es fundamental para reducir el hambre y la pobreza, mejorar la seguridad alimentaria, crear empleo y aumentar la resiliencia ante desastres o crisis. En México es necesario impulsar el desarrollo de este sector y contar con instrumentos, como el seguro agrícola, para garantizar su resiliencia.
Poco se habla del ramo de Agrícola y Animales, que comprende el pago de indemnizaciones o resarcimiento de inversiones por los daños o perjuicios que sufran los asegurados debido a la pérdida parcial o total de los provechos esperados de su tierra o por muerte, pérdida o daños ocurridos a sus animales. En México, ocho compañías operan activamente este ramo y al cierre de 2023 alcanzaron un total de 1602 millones de pesos de primas, menos del 1% del total del mercado. Muchos países cuentan con apoyos gubernamentales para subsidiar la prima de los seguros agropecuarios. Existe una correlación entre dicho subsidio y el crecimiento del ramo. Durante muchos años, México contó con tres elementos fundamentales para promover el aseguramiento agrícola y pecuario:
1. El Programa de Subsidio a la Prima de los Seguros Agrícola y Pecuario.
2. El seguro paramétrico para catástrofes, que los estados de la república estaban obligados a adquirir. 3. El seguro obligatorio vinculado a los créditos FIRA.
A la fecha, los dos primeros elementos están inactivos, así que solo se conserva el tercero. Independientemente de que se cuente o no con un subsidio a la prima, es muy relevante que el sector asegurador impulse el aseguramiento agropecuario y, con él, la resiliencia de nuestros productores agrícolas o ganaderos. Muchas familias dependen de los ingresos de estas actividades primarias y la mayoría de ellas son vulnerables a caer en pobreza al presentarse un evento catastrófico. Para ejemplificar los beneficios del seguro agropecuario, recordemos la helada ocurrida en 2011, ya que gracias al aseguramiento se pagaron 423 millones de dólares en indemnizaciones, lo cual permitió dar estabilidad a la economía y reactivar el campo sinaloense.
