Lyndsay Garnica / Especialista en cosmética y seguros de grandes riesgos
Por muchos años me hicieron creer que, si quería triunfar en el mundo de los seguros, debía enterrar mi amor por la cosmética y la moda. Con el tiempo entendí que ambas pasiones son compatibles. En una industria donde la imagen es todo, los seguros son el accesorio invisible que protege su esencia. Cuando pensamos en la industria de la belleza y la moda, es fácil imaginar luces, pasarelas, maquillaje y campañas publicitarias con rostros impecables, pero detrás del telón de terciopelo y los estuches dorados existe un universo menos visible pero esencial: el de los seguros. Estos son el primer filtro para las marcas de lujo, los laboratorios cosméticos y las casas de moda. El sector asegurador es el respaldo invisible que permite cada lanzamiento o pasarela. En una industria donde cada detalle cuenta, los seguros no solo protegen, sino ¡empoderan!
Los fallos en la formulación pueden generar desde una irritación hasta demandas colectivas por calvicie o cáncer. En tales casos, el seguro de responsabilidad civil por productos marca la diferencia entre la sobrevivencia y la extinción de una marca, abarcando desde la retirada de producto (recall) hasta la protección de la imagen. Contrario a la creencia popular, lo más costoso de un producto cosmético no es la fórmula, sino el empaque y la confianza del consumidor en la marca, lo cual generalmente implica gastos en publicidad, relaciones públicas y eventos, entre otros conceptos. Un seguro de responsabilidad civil por productos, dependiendo de las condiciones generales de la póliza en cuestión, puede financiar incluso los gastos legales, los costos de investigación y la protección mediática de la marca.
Las campañas con influencers, el nuevo it bag del marketing, suelen implicar más riesgos que las campañas tradicionales con celebridades, quienes a menudo están bajo contratos más restringidos que no solo gestionan su imagen, sino también su conducta. Con frecuencia, las empresas terminan en problemas complejos por las actitudes de los influencers seleccionados como imagen de su marca, pues en muchas ocasiones ellos son captados mientras violan los principios de la misma, como hace unos meses le ocurrió a una marca famosa por sus brazaletes después de un viaje a Tailandia.
Un titular escandaloso o falso que se engancha en el subconsciente colectivo puede ser mucho más dañino que un problema real y grave. De ahí la importancia de la gestión de crisis, que no debe ser ignorada, pues los gastos asociados a una crisis escalan con gran velocidad. Los fallos, los errores y las omisiones en una campaña pueden tener consecuencias considerables. Un comercial de 30 segundos o menos, que utiliza imágenes sin autorización o contiene afirmaciones engañosas, puede ocasionar demandas largas, complejas y agotadoras. No es poco común que los contratos entre partes incluyan cláusulas severas por incumplimiento en los tiempos de entrega. Independientemente de que ocurra un incendio u otro evento fuera de control, el distribuidor espera la colección para la pasarela o el lanzamiento del producto cosmético antes de la temporada de mayores ventas del año. Para estos casos, existen diversas coberturas que pueden activarse dependiendo de la situación, como las de interrupción de negocios, pérdidas consecuenciales, continuidad operativa y gastos extraordinarios. También debemos considerar que las piezas de alta costura o los diseños para pasarela, alta moda y lujo, así como sus accesorios, pueden entrelazar la confección con el arte. Esto vuelve más compleja la determinación de una posible pérdida, por lo cual incluso las coberturas clavo a clavo pueden resultar insuficientes, generando la necesidad de crear productos muy específicos.
Otro riesgo abarca las fallas o deficiencias de los empaques. Una simple filtración, que para otro tipo de producto es un problema meramente estético, en una industria que depende de la aspiración produce la devolución y destrucción de los productos. Estas pérdidas se suman a las relacionadas no solo con los gastos de logística y transporte, sino también con los daños a la imagen de la marca.
Aunque la industria de la moda y la belleza usualmente nos lleva a pensar solo en el frente de la tienda, los grandes almacenes, las revistas y las pasarelas, no debemos dejar de lado el pilar primordial: la producción. Esta lleva consigo riesgos operativos que, dependiendo del producto a manufacturar, pueden ser bajos, como en el caso de los terminados de ciertas piezas de ropa; moderados, como cuando se trata del maquillaje de color, los polvos y los desmaquillantes, y complejos, como en el caso de los esmaltes, las lacas y los productos presurizados.
Para quienes están fuera o dentro de la industria de la belleza y la moda puede resultar muy difícil entender que los seguros no son aburridos ni innecesarios, sino solo desconocidos. En realidad, los seguros son un componente tan primordial como cualquiera de los ingredientes de tu sérum favorito y una parte indispensable hasta para la determinación del próximo color en tendencia. Así como los formuladores cosméticos eligen con cuidado los ingredientes de cada producto, pensando no solo en el resultado buscado, sino también en la normativa, la ideología de la marca y el presupuesto, al elegir un seguro se debe considerar no solo las necesidades de la industria, sino también las capacidades económicas y las estrategias de transferencia de riesgos del cliente. Un buen seguro busca no solo reparar lo que se rompe, sino también sostener la imagen, la continuidad, la innovación y, ¿por qué no?, el glamour.
La moda es arte en movimiento y depende de los seguros que históricamente han sido un pilar de las industrias al permitir la innovación y creatividad desde las sombras. Antes, para el lanzamiento de un producto cosmético se requerían años de desarrollo y pruebas de laboratorio que incluían la aceleración por meses para saber cómo se comportaría el producto en el empaque al pasar por la oxidación de los pigmentos, constantemente de origen mineral, y por retos microbiológicos. Hoy, los productos deben entrar en el mercado en cuestión de semanas o ya no podrán subirse a la efímera tendencia, pero un paso en falso puede con gran facilidad mandarlos al estante de los olvidados o, como diría la nueva generación, de los funados y cancelados. Justo ahí entran los seguros: no como un lujo, sino como una necesidad.
En este universo brillante, la caída de una celebridad, un lote contaminado, un producto que se oxida de manera inesperada o una planta de producción paralizada o incendiada puede hacer tambalear incluso a las marcas más consolidadas. La siniestralidad en esta industria, aunque parezca frívola y trivial, es compleja y sumamente interesante. El seguro es ese statement invisible pero imprescindible. En el backstage de esta industria donde conviven la creatividad, la logística, el arte y el negocio, los seguros no son un accesorio aburrido, sino el apoyo que permite a la innovación brillar sin miedo. Al igual que una buena base de maquillaje o un bolso icónico, una póliza bien estructurada aporta estabilidad, protección y elegancia silenciosa. El seguro no se ve en los desfiles, pero permite que el show continúe. Entender los seguros en este contexto es no solo una cuestión de cumplimiento legal, sino también una inversión inteligente que acompaña el crecimiento de las marcas, protege el valor reputacional de estas y permite su continuidad frente a lo inesperado, porque en moda y belleza todo evoluciona, incluso el riesgo.
