Agente, Siniestro Vida

Un seguro de vida inesperado

Adrián Palacios Ramírez / Reportero, Revista Siniestro

Conversamos con Brenda Ortiz, agente de Álamo Seguros, quien nos compartió una experiencia muy significativa relacionada con un siniestro de vida. Esta historia real evidencia el valor de estar protegidos, incluso cuando creemos que “a nosotros no nos va a pasar”. En 2024, como parte de una reestructuración interna, una cartera de asegurados fue asignada a Brenda. Al revisar los datos, ella encontró un nombre que le resultó familiar. Se trataba de un cliente al que había conocido en un empleo anterior y que, para su sorpresa, contaba con una póliza activa desde 2022.

Brenda decidió contactar al asegurado para ofrecerle una revisión y mejora de su póliza. Durante la conversación, le propuso coberturas adicionales que fortalecieron la protección de su plan y agregó a los dos hijos del cliente como beneficiarios de este en caso de fallecimiento. Aunque el asegurado estaba considerando cancelar su póliza, gracias a su experiencia y vocación de servicio, Brenda lo convenció de conservarla, explicándole la importancia de mantener vigente la protección.

Nadie imaginaba lo que ocurriría meses después. En junio de 2025, cuando Brenda planeaba contactarlo para la renovación de su póliza, ella recibió la impactante noticia del fallecimiento del señor. Se trató de una muerte natural, inesperada y repentina: un infarto fulminante a los 40 años. “El asegurado era una persona sana, deportista y disciplinada. Nunca pensé que algo así pudiera pasarle tan pronto”, comenta Brenda aún conmovida.

Con respeto y sensibilidad, nuestra entrevistada permitió que pasaran algunos días antes de acercarse a la familia. Al establecer contacto con el hijo mayor del asegurado, descubrió que ninguno de los beneficiarios sabía que existía una póliza de vida. “Él me dijo que, si yo no los hubiera buscado, nunca se habrían enterado del seguro ni mucho menos lo habrían cobrado”, señala ella.

Gracias a su intervención, los beneficiarios iniciaron el proceso de reclamación y recibieron casi medio millón de pesos. En medio del dolor, este respaldo económico representó un alivio y una oportunidad de estabilidad para los hijos del asegurado.

Esta experiencia dejó una profunda reflexión en Brenda: “La vida cambia en un instante. Muchas veces las personas jóvenes no consideran necesario tener un seguro de vida, pero este caso demuestra que es mejor estar preparados. Es preferible tenerlo y no necesitarlo que necesitarlo y no tenerlo. Todos podemos destinar una parte de nuestros ingresos a nuestra protección y, sobre todo, a la seguridad de nuestra familia”. Finalmente, Brenda enfatiza que debemos hablar del seguro de vida desde una perspectiva realista. Todos, sin importar la edad o la condición, estamos expuestos a lo inesperado. No podemos controlar el futuro, pero sí podemos tomar decisiones que marquen una gran diferencia para nuestros seres queridos.

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