Jorge Aarón Bonifacio Flores / Corrector, redactor y traductor / celerisfugatemporum@gmail.com
Si recibiera un millón de dólares enterito, libre de las garras del SAT, lo invertiría: la mitad en un plan de retiro; una cuarta parte en un patrimonio que me proporcione rentas, y casi todo el resto en salud, bienestar y desarrollo personal. De ese millón, a lo largo de una década, destinaría 45 mil dólares para actividades recreativas y solo 5 mil para gustos culposos ocasionales. No me vea así. Le juro por los numerosos brazos de Vishnú que no soy un pequeño cerdo capitalista, pero debo pensar en mi futuro. ¿No cree?
Quiero conocer el mundo, aprehender con los sentidos los mayores tesoros y contar multitudes de recuerdos en la parada de un camión, mientras comparto una caja de bombones. Por supuesto que me atraen las cosas brillantes como a Abú, pero mi deseo no es derrochar, sino prolongar el viaje. ¿Por qué conformarme con un día de excesos cuando puedo tener abundantes años buenos? Gastar por gastar para vivir el momento no es lo mismo que realizar gastos inteligentes para aprovechar la vida.
Entre los versos que escribió Horacio, un poeta de la antigua Roma, se encuentra “carpe diem quam minimum credula postero”, que se traduce como “vive el momento sin pensar en el mañana” o como “aprovecha el día sin confiar ciegamente en que habrá otro después”. ¿Le suena familiar? Durante la década pasada, la frase “you only live once”, que significa “solo vives una vez”, se hizo muy popular con la difusión del acrónimo “yolo”. Para algunos, la idea es no dar importancia alguna a las consecuencias de nuestros actos; para mí, no malgastar el presente y dejar para mañana lo que podemos hacer hoy. Esta interpretación me impulsa a administrar y gestionar el millón de dólares para obtener el mayor beneficio de él.
Si disfrutar un segundo es maravilloso, gozar una vida debe ser una aventura alucinante. Si gastara el millón de golpe, en una limitada cantidad de experiencias, ¿qué pasaría después de la descarga de felicidad pasajera y hasta cuándo duraría el momento? Tarde o temprano pensaría en las consecuencias del gasto. Solo la muerte evitaría que me recriminara por no emplear mejor la oportunidad. En cambio, si adquiero un seguro de ahorro para el retiro, me garantizo una cómoda vejez; si procuro mi salud, bienestar y desarrollo, lograré conservarme en óptimas condiciones para disfrutar el éxito personal y profesional, y si cuento con inmuebles que me reporten beneficios económicos mensuales, tendré la posibilidad de ofrecer una buena calidad de vida a mi familia, seguir viajando e incluso ayudar a otros trabajadores soñadores.
Un millón de dólares no es infinito, pero hay quienes empiezan a construir su futuro con mucho menos y, al usar su dinero de forma inteligente, disfrutan de una vida plena, en la que el paso del tiempo y las adversidades no apagan su espíritu soñador. Algunos los llaman líderes, gurús o fuentes de inspiración y motivación. No me importa el título. Solo quiero vivir ese hermoso sueño, señor Pool.
