AJUSTES, DAÑOS Y RC, Usuario

0.02 % (dos al millar)

Carlos Zamudio Sosa / Claims Manager, México Claims and Risk Management czamudio@mexicoclaims.com

Primer acto. Doy por cierto que el asegurado sale periódicamente al mercado para buscar cualquier mejora económica que vuelva más barato el costo de su seguro en precios corrientes, considerando si acaso el aumento por la inflación en el periodo. Para ello, lanza al mar asegurador su oferta como si esta fuera un curricán que caerá en un mar plagado de ávidos tiburones —sin ofender—, ignorando que muchas veces estos no están interesados en esa carnada, pues cuando esta no es apetecible o no hay hambre ni siquiera genera la ansiedad que impone el instinto, por lo cual ese anzuelo podría no ser mordido.

Segundo acto. En los seguros, una carnada poco o nada interesante no suele incitar al intermediario a picar el anzuelo de lo que ya atisba como un mal negocio. Él muchas veces hará como que pica solo por el genuino interés de dar atención al capitán del barco, llamado proponente. Además, cuando el aspirante a asegurado busca un mejor precio y, al mismo tiempo, su giro está negativamente marcado por el mercado —que no tiene apetito por ese ramo al estar preclasificado como poco o nada atractivo—, se genera justo el efecto contrario: un peor precio. Si algún valiente aceptara expedir la póliza, es muy probable que impondría al asegurado medidas extraordinarias de cumplimiento y condiciones diferenciadas en la participación de las pérdidas.

Tercer acto. Peor aún, cuando el contratante en su modelo de operación no gestiona de forma idónea sus riesgos porque acumula inventarios con poco cuidado o porque sus mantenimientos son laxos, inexistentes o proclives a incumplir las normas oficiales, deja de representar negocios interesantes para muchos agentes y para las aseguradoras.

Cuarto acto. Sin embargo, a veces domina el instinto depredador más que el afán mercantil de conseguir un buen negocio. Entonces resurge el énfasis en ganar y morder el curricán, aunque esto signifique dejarse atrapar por un anzuelo que otros no querían. Mientras unos cotizan buscando perder el negocio para no quedar obligados por la oferta y otros ni siquiera intentan contra ofertar, no falta quien consigue inauditos valores al millar o disminuye de forma impresionante las sumas aseguradas para que el cliente tenga la sensación de haber sido favorecido.

Quinto acto. Esta alegoría, que peca de simple, estriba en que se pretende atraer el interés del mercado a pesar de que los aspirantes a asegurados conocen bien sus pecadillos: no tienen una óptima gestión del riesgo, no invierten en seguridad industrial y no cuentan con adecuadas sumas aseguradas, ni siquiera para el primer riesgo absoluto y la responsabilidad civil. Estas faltas los exponen a un riesgo mayor, y precisamente por ello quieren endosarlo a un tercero.

He conocido casos en los que el asegurado obtuvo cuotas de “dos al millar”, pero la protección que logró, especialmente en materia de responsabilidad, probablemente sea de apenas “dos al millar”, considerando su suma asegurada y los valores de las inversiones que la rodean. No es inusual que se suscriban, por ejemplo, sumas de doscientos mil pesos cuando la fábrica aledaña vale cien millones en activos, sin contar el riesgo de causar lesiones a las personas. Si un 20 % del valor asegurado no es suficiente para responder ante esos posibles terceros, menos lo será un importe mil veces menor. Tratar de ahorrar en la prima representa solo una retención del riesgo. Este supuesto ahorro, logrado con valores insuficientes únicamente para presentar una oferta dos mil pesos por debajo de otra, no debería ser propiciado por quien intermedia.

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