Accidente de SpaceX visto desde Claims
Lyndsay Garnica / Asociada senior, DAC Beachcroft
A lo largo de la historia, mirar al cielo siempre ha sido un acto de esperanza. Soñamos con llegar más allá de las estrellas, pero cada intento nos confirma que el espacio es un escenario implacable. El accidente del 18 de junio de 2025 en Starbase, Texas, donde un prototipo de Starship de SpaceX explotó durante una prueba estática, es un recordatorio de que la frontera del espacio no solo es técnica, sino también legal, ambiental y financiera.
Accidente que trasciende fronteras
La explosión, aunque no cobró vidas humanas de manera directa, liberó una onda expansiva que atravesó más que los cielos texanos. Algunos fragmentos del cohete cayeron en Tamaulipas y otros siguen llegando a nuestras costas. Esto llevó al gobierno de México a considerar acciones legales contra SpaceX por daños ambientales y contaminación, no olvidando los ingresos irregulares de equipo para la recuperación de los restos en aguas mexicanas. Desde la perspectiva de los seguros, esta situación plantea una pregunta clave: ¿quién responde por los daños en jurisdicciones cruzadas?
Por un lado, las pólizas espaciales –similares a las de aviación, pero más complejas– deben contemplar la posibilidad de que los restos de un lanzamiento afecten a terceros, pero las cláusulas de exclusión por “riesgos inherentes a pruebas” o por “hechos fuera de control operativo” podrían limitar la cobertura. Por otro lado, diversos instrumentos internacionales establecen los lineamientos sobre la forma en que procedería una reclamación por responsabilidad: marcos normativos creados a la luz de la Guerra Fría y la carrera espacial, como el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre y el Convenio sobre la Responsabilidad Internacional por Daños Causados por Objetos Espaciales.
Para un país como México, que tiene costas vulnerables y biodiversidad protegida, las exclusiones pueden significar años de bandejas diplomáticas y reclamaciones internacionales.
Entre la innovación y el riesgo asegurado
El modelo de SpaceX se basa en la iteración rápida: lanzar, fallar y aprender. Esta filosofía ha acelerado su desarrollo tecnológico, pero también ha multiplicado sus incidentes con alto costo, como los de los vuelos 7, 8 y 9 de Starship, que mostraron fallas estructurales y pérdidas durante la reentrada. Aunque las investigaciones de la FAA no han frenado el ritmo de los lanzamientos, han generado un escrutinio regulatorio que se combina ahora con la presión de los países vecinos.
Este tipo de escenario redefine el mercado de los seguros espaciales. No se trata solo de “quién paga” por los daños inmediatos, sino de cómo se estructura el riesgo en un sec- tor donde los límites de la póliza pueden colapsar ante un evento masivo de responsabilidad transfronteriza. Respuesta mexicana: cobertura ambiental y derechos soberanos
México investiga la caída de los restos sobre los ecosistemas marinos. Aquí entra en juego algo que pocas veces se discute:
• ¿Cómo responde un seguro internacional por los daños ambientales en aguas o costas de otro país?
• ¿Son suficientes las cláusulas de responsabilidad civil internacional para proteger a las comunidades y la fauna? El caso del prototipo de Starship podría generar los precedentes para exigir tanto límites agregados más altos en las pólizas espaciales como la incorporación de coberturas ambientales específicas, las cuales hoy son casi inexistentes.
Reflexión final
Carl Sagan solía decir que “el cosmos está dentro de nosotros”. En la práctica, el cosmos también deja caer piezas metálicas, basura y responsabilidades legales sobre nosotros.
El accidente de SpaceX no es solo una nota técnica, sino también un espejo de cómo gestionamos el riesgo, la ambición y la responsabilidad global. No basta con mirar al cielo, pues también debemos proteger el suelo, el mar y la ley. La frontera final no está solo en Marte, sino también en cómo las aseguradoras, los gobiernos y las empresas negocian el delicado equilibrio entre la innovación y las consecuencias.
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