Dolores Hernández
Hace 37 años ella era un ama de casa que se quedó a cargo de sus tres hijos pequeños. Dado que su trabajo en gobierno la absorbía al 100 %, decidió buscar una opción para generar más ingresos y tener más tiempo para sus hijos. En el área administrativa donde trabajaba, tuvo su primer contacto con los seguros y conoció a un promotor que la invitó a una reunión de la Amasfac, a la cual llegó en taxi. Al ver a los agentes con teléfono celular, que en aquel tiempo era carísimo, y con auto, nuestra entrevistada se dijo “¡esto les deja!”, así que quiso conocer más de su labor y se dio cuenta de que la carrera de agente de seguros era para ella y para gente que, además de tener grandes necesidades y querer salir adelante, tiene ganas de destacar. Dolores tomó el curso para presentar el examen y obtener la cédula. Aprobó en el segundo intento, pero el primer año representó un gran reto, ya que no vendió nada a pesar de que había llamado a todos los referidos de su lista, por lo cual pensó que no podría y estuvo a punto de tirar la toalla. Hubo quien intentó desanimarla diciéndole que se olvidara de los seguros porque ya había muchos agentes y nadie compraba, pero las palabras de su promotor la convencieron de seguir: “Todo lo que debías hacer ya lo hiciste. Estás a la mitad del río, así que te falta una mitad para cosechar el trabajo. Nadarás lo mismo para llegar a la orilla que para regresarte. Tienes madera. Esas semillas que dejaste en el camino germinarán y no estarás ahí para recibir el ‘sí’ porque habrás trabajado y abonado el camino para otra persona”. Esas palabras despertaron su orgullo y la llevaron a ponerse un plazo de tres meses para lograr la meta.
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